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Retrospectivas ACB

La mejor derrota de nuestras vidas

La gran final de la temporada 1994 / 1995 fue al mismo tiempo el final de una gran historia y el comienzo de otra. Un punto clave en la historia del baloncesto andaluz.

Clasificado en segunda posición, al Unicaja le correspondía enfrentarse en cuartos de final al Estudiantes. El conjunto madrileño, capitaneado por un estelar Alberto Herreros, no era presa fácil, pero el equipo malagueño llegaba como un rayo, con máxima confianza y el grado de maduración suficiente para controlar los nervios y superar la eliminatoria por la vía rápida. Todo lo que rodeó ese viaje a Madrid fue muy especial. Los aficionados crearon un himno oficioso del equipo versionando El novio de la muerte, que entona solemnemente la Legión en el Jueves Santo malagueño, para la celebración de la contundente victoria en el Palacio de los Deportes madrileño. Desmadre y euforia en el autobús del equipo que llegó al centro de la ciudad directo a darse el primer baño de la temporada en la fuente de la plaza de la Constitución, lo que iba a convertirse en tradición a lo largo de las siguientes semanas. Semifinalistas de la ACB, un aura de positividad rodeaba al Unicaja impregnando cada rincón de la ciudad. Con el optimismo por las nubes, en las oficinas de los Guindos no daban abasto a la hora de atender las peticiones de entradas. La prensa nacional se rendía al magnífico juego coral de los “Celtics de Málaga”, como los bautizó el inefable Pedro Barthe.

Otro club modesto, el TDK Manresa liderado por el incombustible Chichi Creus, opositaba a ser la auténtica sorpresa del año y quería frenar la imparable trayectoria malacitana hacia la final. En el conjunto del Bages, con una sólida propuesta de brillante resultado, hablaban de sacar al menos una victoria en Ciudad Jardín para sentenciar en el Nou Congost, pero los malagueños no parecían estar por la labor, como demostró su juego casi perfecto. Un rotundo 3-0 llevó a los de verde y morado por la puerta grande a la disputa por el título.

De regreso de Manresa, la fiesta comenzó en el aeropuerto con los jugadores remando por la cinta de equipaje y Nacho Rodríguez volando por los aires manteado por una afición que llenó la terminal de llegadas. Festejar la primera final para el club malagueño mereció una recepción en sede de la entidad financiera en la plaza de la Marina, donde cientos de aficionados vitoreaban a sus jugadores como si ya hubieran ganado el título. Como dijo Dani Romero, “disfrutamos de lo que tenemos, pero no tenemos todo lo que queremos”, y Málaga aspiraba en convertirse en verdadera alternativa al poder establecido. Ni los más optimistas podían pensar al inicio de la liga en disputar el título, pero Unicaja esperaba rival con una trayectoria inmaculada en el Playoff.

Los malagueños descansaban mientras Real Madrid y FC Barcelona, en el fragor de una dura batalla, querían llegar a una final en la que partían como favoritos ante los chicos de Imbroda. Toda la plantilla cajista se reunió en la sede del Diario Sur para ver el desenlace de un quinto partido que cayó del lado del Barça de Aíto. Llegaba el momento más importante de la historia deportiva de la ciudad costasoleña, jugar la final de la ACB iba a cambiar para siempre la historia del club de los Guindos.

La final

Lo acontecido en el baloncesto español durante el mes de mayo de 1995 daría para escribir un libro o convertirse en un documental. Toda España estaba del lado del conjunto andaluz. El pez pequeño iba a poner todo su empeño en vencer al grande. La batalla por alcanzar la gloria se fraguó antes de lanzar el balón al aire en el primer partido. Las declaraciones a los medios incendiaron la guerra de pizarras entre Imbroda y Aíto. Experto en el arte de manejar las corrientes de opinión, García Reneses ponía énfasis en destacar la agresividad de Unicaja, mientras que el melillense presumía de la naturaleza inconformista de su plantel.

Los jugadores malagueños recibieron una sonora ovación por parte de la afición del Palau cuando salieron al calentamiento del primer partido, como reconocimiento por su brillante y sorprendente temporada. La buena acogida terminó en cuanto el Unicaja se puso manos a la obra. Desplegando un juego brillante y por momentos casi imparable, los visitantes consiguieron una clara victoria por 77 a 84. Las alarmas se encendieron en Can Barça, donde ya no miraban con condescendencia a sus rivales. Y, por muy poco, Unicaja no iba a regresar a Málaga después de sentar cátedra en Barcelona.

El conjunto malagueño, que perdió el segundo partido por un ajustado 93-92, dejó el susto en el cuerpo a los componentes de la plantilla azulgrana presentando una seria candidatura al título. Tras la exhibición del primer encuentro, el cuadro de Imbroda impuso su ley en el primer tiempo, llegando, incluso, a ridiculizar a su rival. Contra las cuerdas, el Barcelona remontó con el carácter que se le supone a un equipo de su potencial, dejando a los cajistas con la miel en los labios y la eliminatoria empatada (1-1). “Estamos luchando contra el Barcelona y la tradición”, comentaba irónico Javier Imbroda tras la derrota. A partir de aquí la atención mediática sobre la final ACB iba a llegar a unos registros impensables.

Málaga entera estaba volcada con el equipo. Las pantallas gigantes proliferaron por toda la ciudad para dar alternativa a las miles de personas que no tuvieron opción de conseguir la preciada entrada que les diera acceso al auténtico Ciudad Fortín. En un ambiente ensordecedor, Javier Arquimbau -DJ y responsable de la ambientación- realizó una especie de silbidito, pactado con Imbroda, que era señal de aviso de los últimos segundos de la posesión. Gracias a la imparable pareja formada por Ansley y Miller, Unicaja se quedó con un triunfo que ponía el 2-1 en la eliminatoria. El conjunto malagueño disponía de un ‘match-ball’ para alzarse con el trofeo liguero. Miel sobre hojuelas para los locales, que no contaban con las artimañas que iba a desplegar Aíto para cambiar la dinámica de la final. Las aguas bajaban muy revueltas y la tensión creció hasta límites insospechados.

En el cuarto partido de la final de la ACB se batieron todos los récords de audiencia televisiva en un partido de clubes de baloncesto en España, con más de cinco millones de telespectadores. La policía desplegó un doble cordón de seguridad en las puertas de acceso al pabellón polideportivo, causando larguísimas colas que desesperaron al entregado público. Mientras tanto, miles de gargantas animaban a Unicaja en la plaza de toros de la Malagueta y la plaza de Félix Sáenz gracias a las pantallas gigantes allí instaladas. El partido fue un constante toma y daca, con un imparable Ferran Martínez que otorgaba cómodas ventajas al Barça. En un clima muy caldeado, se vivieron varios incidentes y maniobras de distracción. El supuesto impacto de un objeto en la cabeza del médico de la expedición blaugrana no se pudo corroborar, pero sí fue claro el puñetazo que le propinó Quique Andreu a Antonio Jurado, fisioterapeuta del Unicaja, en el túnel de vestuarios. Los malagueños remontaron a base de casta, coraje y los puntos de un acertadísimo Ansley, que dispuso del tiro que podía haber cambiado la historia del baloncesto. Falló el triple definitivo, pero la decepción duró unos segundos. El equipo y la afición se conjuraron dispuestos a pelear hasta el último aliento y el instante final del quinto partido. La posterior rueda de prensa fue aún más subida de tono. Imbroda sentenció que “el Unicaja ha puesto el baloncesto y ellos la polémica”, mientras Aíto negó haber dicho que su equipo estaba sufriendo “un atraco” y que el público local movía las canastas durante los tiros libres, aunque finalmente tuvo que reconocer sus palabras en una situación jamás vista con anterioridad.

Culés y malagueños se citaron el domingo 21 de mayo en el Palau. Las fuerzas de los visitantes llegaron hasta el descanso, pero un profundo bache de juego provocó que el Barça cogiera la delantera sin más opciones para los visitantes. En el último minuto, en un guion perfecto para los azulgranas, su legendario capitán Epi tuvo la oportunidad de despedirse por la puerta grande anotando dos tiros libres que certificaron la victoria del Barça por 73 a 64.

El sueño del Unicaja llegó a su fin. Acariciando el título con la yema de los dedos, se quedó con la miel en los labios. Ganó pese a no haber vencido. Ambiente de fiesta nada más aterrizar de Barcelona con la multitudinaria llegada al aeropuerto y el tradicional baño en la fuente de la plaza de la Constitución. Días de locos, con mil entrevistas y recepciones oficiales por doquier con todas las autoridades e instituciones locales y regionales. El Unicaja entraba por derecho por la puerta grande de la Copa de Europa, asentando las bases de un equipo que se convirtió en mítico. Felicidad y reconocimiento a un trabajo bien hecho. Continuidad de unos jugadores que lo habían dado todo. Promesas y compromisos para construir el futuro Palacio de los Deportes. Un año mágico, inolvidable e irrepetible, que albergó los primeros éxitos de un club que tocó el corazón de todos los aficionados y dejó el mensaje en la competición de que el sur también existe.

Este artículo es un extracto del publicado en Skyhook #37 y que puedes adquirir aquí

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