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Retrospectivas ACB

Surtido Copa del Rey

La Copa del Rey de baloncesto siempre ha dejado platos con un gran sabor de boca. Justo antes de la edición de 2024, buscamos diez sabores gourmet con los que calmar nuestro apetito.

Copa del Rey Baloncesto
Foto: Baskonia

La inminente llegada del torneo del K. O. es una ocasión inmejorable para recordar algunos de los partidos más inolvidables de esta competición. Lo bonito a este respecto es que podríamos elegir varias decenas más y no desentonaría en lo absoluto. Todos los integrantes de la lista merecen formar parte del menú, aunque admitimos que podrían plantearse cuatro o cinco surtidos más igual de válidos con momentos imborrables de un torneo que nunca deja de deparar sorpresas.

Esperamos que os agraden estas diez muestras en el tiempo que van desde el pasado más mítico a la rabiosa actualidad.

Apéritif: Noche estudiantil

Todavía era llamada la Copa del Generalísimo, puesto que a la altura de 1963 España seguía estando en su periplo de la dictadura franquista. De cualquier modo, no importarán las décadas que transcurran, la Demencia siempre se encargará de recordarlo, puesto que fue una de las mayores gestas de los colegiales frente a su vecino y rival, el Real Madrid. En un escenario como el Frontón Urumea, en San Sebastián, los dos clubes de la capital se medían en igualdad de condiciones.

Jaime Bolea comandaba al Estu, con nombres como José Ramón Ramos, Jesús Codina, Juan Martínez Arroyo, etc. Un equipo ambicioso que logró el primer gran título para su institución. Arroyo nunca olvidaría aquel encuentro ofensivo que ambos contendientes regalaron al público, disfrutando su bando de los norteamericanos Leeland Kempf y Joe Brown, quienes estaban cumpliendo el servicio militar en la base de Torrejón de Ardoz. Un bloque muy unido que arrasó al Down-Unquinesa de Tarragona en la primera ronda, además de una magnífica actuación de Ramos (42 puntos) frente al Picadero.

Pese a esos precedentes, la escuadra madridista que les haría frente se antojaba temible. Bob Burgess y Clifford Luyk habían sido adquiridos para suplir una baja sensible como la de Wayne Hightower. El planteamiento estudiantil intentó limitar al máximo la faceta interior para sacar partido de su velocidad: jugar con único pívot puro, Francisco Pleguezuelo, quien debía concentrarse en hacer bloqueos eficaces para aprovechar la puntería de sus hábiles bases.

La Fortuna resultó esquiva al equipo de Joaquín Hernández, quien vio su referente, Emiliano Rodríguez, su referente, se lesionó. Por el contrario, todos aportaron en la banca rival, sobresaliendo Abdal Wahad “Baby” Mimoun, el hispano-marroquí del Ramiro de Maeztu, disparado a los 15 tantos. A nivel de curiosidad, afirmar que un futuro gran entrenador como Lolo Sainz se vistió de corto para el Real Madrid.

Los azulones se llevaron la Copa a casa tras un brillante encuentro saldado por 94-90.

Entremés: La noche del león

Es tentador imaginar que íbamos a colocar en esta lista el triunfo del CAI Zaragoza sobre el Barcelona, aquella velada donde Kevin Magee se elevó a los altares maños, mientras que la mesa arbitral se comía de manera incomprensible uno de los dos tiros libres convertidos por “Chicho” Sibilio. Sin embargo, para que llegase el título de 1984 de los anfitriones aragoneses hacían falta unas semifinales previas donde el Joventut de Badalona comandado por Aíto García Reneses intentó evitar esa hazaña.

León Najnudel era el entusiasta preparador técnico de origen argentino para los anfitriones en un encuentro donde Magee mantuvo su estelar nivel, perfectamente acompañado por talentos nacionales como Pepe Arceaga. Tras la igualdad de los primeros minutos, el CAI fue imponiendo su ley, mientras el conjunto verdinegro movía muchísimo su banquillo en la búsqueda de alguna fórmula para frenar la hemorragia. Los de Badalona contaban con un estadounidense inconmensurable que respondía al nombre de David Russell.

No era la única presencia interior interesante para Aíto, puesto que ahí ya estaba un joven Andrés Jiménez a quien se iba a llevar posteriormente al Palau para imponer un puño de hierro en la ACB. Por aquellos días, la competición intentó dar lustre al evento copero con un formato tan atractivo como el de la Final Four, medida que fue un éxito y donde Zaragoza se convirtió en el foco deportivo de aquel fin de semana, siendo retrasmitidos los encuentros en directo por RTVE.

En el otro lado del cuatro, el emblemático Epi se había disparo a los 40 puntos para hacer torcer el brazo al Real Madrid (102-100). Dentro del encuentro que nos ocupa, resultaba curiosa la diferencia entre el improvisador Najnudel, poco amigo de los corsés tácticos, y el innovador Reneses, un científico consagrado al laboratorio de la cancha. Como si tuvieran los roles cambiados, el segundo tuvo que colocar a nombres pocos habituales en sus planes en un inicio gris de sus mejores piezas, mientras que el líder argentino tomó justo a tiempo la decisión de cambiar a defensa zonal cuando el marcador fijaba un inquietante empate a 52.

Sin estar frente a la mejor versión de la Penya, el CAI pudo comprobar lo difícil que era batirla. Jimmy Allen, el mejor socio del superlativo Magee (firmó 36 puntos y 19 capturas bajo tableros) terminaría expulsado por faltas personales. El pabellón aragonés, cariñosamente apodado como “El Huevo”, no pudo respirar tranquilo hasta el final, con una nueva reacción visitante que puso el 86-83. Eso sí, en aquella época un muro más infranqueable en las últimas posesiones, puesto que no se había instaurado la línea del triple.

El resto es una leyenda bien conocida alrededor de la basílica del Pilar, puesto que el CAI lograría que los López Rodríguez y compañía grabasen su nombre en el palmarés dorado de la institución. Sea como fuere, nada de eso habría pasado sin aquellas semifinales contra un proyecto donde ya había apellidos de imberbes joyas como Villacampa o Montero que estaban destinados a brillar.

Cóctel especial: El Deseado

Claude Riley marcaba el ritmo en los rebotes defensivos en una primera mitad que se le hizo muy larga a Lolo Sainz. El Real Madrid estaba sufriendo en el Palau, pero no ante su usual enemigo. Era el CAI Zaragoza quien les estaba alejando de la final copera. Los maños habían jugado a la perfección su papel de underdog y evitaron que el gran favorito convirtiera ninguno de sus cinco primeros ataques.

Fernando Romay iría progresivamente dando el duelo por perdido. En diferentes ocasiones recordaría cómo Chuck Aleksinas, un tipo de 2’11 metros que tenía una fabulosa muñeca desde fuera, le volvió loco, al igual que a los otros interiores madridistas. Por su lado, Fernando Arceaga mecía la cuna para intentar romper el choque. Un elocuente 15-32 a los diez minutos hablaba maravillas del planteamiento de los aragoneses, perfectamente conscientes de que Juan Antonio Corbalán, el cerebro de los de Sainz en pista, era baja por un pinzamiento en el nervio del pie.

Eso sí, como habría dicho Tony Soprano, había un tipo fuerte y callado que no iba a aceptar las consecuencias lógicas de ese día en la Ciudad Condal. A Fernando Martín no le importaba que “Chechu” Biriukov no estuviera todavía con el ritmo competitivo. El pívot español salió dispuesto a frenar la sangría de Aleksinas y su mera presencia modificaba la actitud de propios y extraños. Marcharon a vestuarios en perfectas tablas (42-42), noticia preocupante para un CAI que había deslumbrado sin premio.

Lejos de bajar los ánimos, el club de Zaragoza salió dispuesto a un intercambio de golpes donde la pizarra de Sainz, en carestía de bases puros, tuvo que improvisar en el puesto con Iturriaga y Del Corral. Manel Comas, entrenador apasionado, sintió que estaban rozando la proeza cuando se pusieron 81-91 arriba con apenas dos minutos por disputarse. Fernando Romay no olvidaría nunca la confianza de Fernando Martín en un tiempo muerto donde todo parecía perdido. “Está ganado, Lolo”. El otro gigante madridista miró a su compañero de fatigas como si estuviera diciendo la tontería más inverosímil del mundo, pero Martín cumplió la palabra con un lanzamiento de tres contra tabla que sería una losa para el CAI. El tiro tuvo un punto de suerte. Y los maños no querían que el Real Madrid se sintiera afortunado.

Comas todavía pudo aferrarse a que Iturriaga le temblase el pulso en plena remontada, pero el palomero por excelencia de la ACB no falló. Lolo Sainz arriesgó con un pressing bestial que sería muy protestado por el Sheriff. La prórroga supuso un 100-96 tremendo que se acompañaba del espectacular duelo de la otra semifinal, donde Jordi Villacampa y Epi se desafiaron con más de treinta puntos cada uno, victoria verdinegra.

Eso sí, el campeón terminaría siendo la escuadra con Fernando Martín y su eterno carácter ganador.

Sugerencia del Chef: Jugaron como nunca… y vencieron para siempre

Sonaba a historia conocida. Equipo modesto hace una magnífica Copa y queda emparejado con uno de los grandes de la ACB, nada menos que el Barcelona comandado por Aíto García Reneses. El duelo es disputado, pero pequeños detalles esa jornada 1996 van dando ventajas a los blaugranas. Para colmo de males, Tellis Frank, ala-pívot estelar del sorprendente TDK Manresa, realiza su quinta personal cuando más lo necesitan sus compañeros: lleva 9 puntos, ha repartido 4 asistencias, recuperado dos balones y provocado cuatro faltas al gran favorito.

El estadounidense es una de las piezas predilectas de Salva Maldonado, técnico que está viendo los días más intensos con los manresanos, acariciando un sueño. No obstante, restan apenas cinco minutos y los dos tiros libres del veloz Xavi Fernández colocan un colchón de cinco tantos. Buscando sangre joven, Maldonado ordena la incorporación de Roger Esteller.

La persona que maneja todos los hilos en la pista del TDK es Joan “Chichi” Creus, un viejo rockero que sabe perfectamente cómo hacer felices a fichajes extranjeros del calibre de Harper Williams, una máquina de producir canastas en la pintura con muy buenos porcentajes de tiro. Por supuesto, el Barcelona tenía argumentos sobrados para esperar el triunfo: Artūras Karnišovas o Ferrán Martínez Garriga son solamente algunas de sus estrellas. Sin embargo, el entramado del TDK va desactivando al astro lituano.

A falta de dos minutos, un tiro adicional permite que el electrónico luzca un 79-79 que enloquece al pabellón de Murcia, sede de una Copa donde la grada neutral se deja seducir por la Cenicienta en este torneo del K. O. Como curiosidad, señalar que José María Aznar, líder del Partido Popular, había anunciado que presenciaría la gran final, aunque luego no comparecería, cuestión que sentó mal a algunos medios como Mundo Deportivo. Precisamente el diario de la Ciudad Condal contó con un corresponsal de lujo en la figura de Epi, mito barcelonista a quien no se le cayeron los anillos para firmar una elogiosa columna de un matagigantes que había apeado al Baloncesto León y al anfitrión, CB Murcia.

Suele existir consenso al admitir que las últimas posesiones fueron el premio a la estrategia audaz de Maldonado: sin Frank, aceptó perder músculo y apostó por la rapidez, apostando por Linton Townes en la posición de 4. Eso sí, en la pesadilla recurrente de muchos clubes en ascensión que se topan con un clásico, los manresanos vieron con horror que Karnisovas despertó justó a tiempo para obtener un lanzamiento a tabla que devolvió la igualdad (81-81).

Creus recuperaría una pelota vital, pero Harper Williams no pudo completar su sueño en el tiempo reglamentario. Parecía que habían dejado viva a su presa. Pedro Barthe, el mítico comentarista, lo había anticipado “Es la posesión más importante en la historia del TDK”. A esas alturas, Aíto debía lamentar la expulsión por acumulación de personales por parte de Darryl Middleton. Era una guerra de desgaste… la clase de contienda que debía tener como favorito a un rival que multiplicaba por cinco el presupuesto de sus vecinos catalanes.

Los dos contendientes hallaron a sus héroes. Roger Esteller tenía vigor para pedir la bola en los momentos calientes, mientras guerreros curtidos como Andrés Jiménez iban dando muestras de cansancio con fallos impropios. Dan Godfread se decidió a dar un paso adelante en un periodo suplementario donde futuros entrenadores como Joan Peñarroya vestían de corto. Solamente faltaba un ingrediente para hacer del encuentro algo inolvidable y sucedió: un punto abajo y una oportunidad dorada para el TDK. Todo el mundo imaginaba que Esteller apostaría por Williams, pero sorprendió a los pupilos de Aíto con una asistencia a Creus, letal desde la línea de tres puntos. Un killer de 39 años. 

Xavi Fernández corrió toda la pista con menos de 10 segundos, pero fue frenado y Godfread estrelló en el hierro un lanzamiento de dos puntos que hubiera llevado a la segunda prórroga. Manresa se adentraba en una noche eterna… y en el futuro vendrían muchas más.

Cocina andaluza: La que tanto se hizo esperar fue inolvidable

El arranque aquel 25 de febrero de 2005 resultó atípico para una escuadra que nunca había alzado títulos nacionales a primer nivel. La ciudad de Zaragoza pudo ver al Unicaja de Málaga convirtiendo sus primeros ocho lanzamientos de la final copera frente al Real Madrid. Con todo, podría afirmarse que había truco con respecto al supuestamente imberbe conjunto andaluz.

Hacía apenas cuatro años habían levantado la Copa Korać y, un poco más atrás, estuvieron a una canasta de amargar la retirada de Epi con otra Liga para el Barcelona. En resumen, Sergio Scariolo sabía que en el Martín Carpena tenía un proyecto ganador donde se combinaban gente de la casa (Carlos Cabezas), grandes fichajes nacionales (el ala-pívot Jorge Garbajosa) y talentos internacionales (J. R. Bremer).

Frente a ellos estaba el Real Madrid de Božidar Maljković. El antiguo mentor de la Jugoplastika había defendido los intereses del Unicaja hacía poco y se había marchado a la capital española con dos pilares de los verdes: Louis Bullock y Moustapha Sonko. Particularmente Bullock, hombre con mano de seda, estuvo inspiradísimo contra su ex, firmando 17 de los 34 primeros puntos de los blancos. “Boza” confiaba tanto en él que su Madrid hacía una sucesión de bloqueos directos para aprovechar la puntería del norteamericano.

Scariolo preparó el duelo a conciencia. Protestó incluso vehementemente algunas decisiones arbitrales en el primer cuarto. Puede que exagerase, pero mandó un mensaje claro a los colegiados: no venían de convidado de piedra ante un rival histórico. El Unicaja aspiraba a ganar en tierras mañanas y Walter Herrmann, héroe argentino con un halo trágico por su mala fortuna personal, había marcado la senda en unas semifinales maravillosas contra el Pamesa Valencia.

Previsible en ocasiones, aquella versión del club blanco era también altamente competitiva. Jamás bajaban los brazos y no se dejaron impresionar por la temprana puntería de gente como Stéphane Risacher. A través de ajustes en la defensa zonal, incluso hábiles playmakers como Pepe Sánchez empezaron a tener menos fluidez, colocándose el partido en un ajustado 53-52 llegado el tercer cuarto. Guerreros curtidos en mil batallas como Elmer Bennett, prácticamente ambidiestro, aguardaban el momento de dar la estocada de la remontada.

Garbajosa, acostumbrado a clavar dagas vitales en Italia y con la selección española, conectó un lanzamiento de tres lejano que colocó un 64-60 que daba oxígeno a los suyos para la recta final. Paulatinamente, Bullock, de lo mejor de aquella Copa del Rey, iba perdiendo energías y llegó a los últimos minutos con un punto importante de agotamiento. Žan Tabak, antiguo pupilo de Maljković, colocó un tapón psicológico a Felipe Reyes, mientras que Berni Rodríguez ponía toda su astucia para sacar faltas en ataque a las estrellas del Real Madrid.

Frente a un adversario infatigable y que eternizó los últimos minutos para poner a prueba los nervios del aspirante, el Unicaja volvió a encomendarse a Garbajosa por fuera y el aplomo de gente como Berni Rodríguez. El 80-76 era la confirmación para nombres como Fran Vázquez y un proyecto que el siguiente año incluso alzaría la ACB. Nadie puede dudar que la, por ahora, última Copa malacitana fue insuperable, pero convendremos en que la primera vez representa algo muy especial.

Hors d’oeuvre: El torneo bárbaro

Luis Scola fue sumamente elegante en rueda de prensa. El pívot argentino había dominado la pintura en la Copa del Rey del año 2004, perfectamente escoltado por su compatriota Andrés Nocioni, poderoso ala-pívot a punto de dar el salto a la NBA, y la muñeca infalible de Arvydas Macijauskas. El Tau Cerámica se llevó el trofeo y era esperable imaginar que el talento de Floresta iba a recibir el MVP. Sin embargo, se cruzó por su camino un chico excepcional del que el internacional con la Albiceleste afirmó que había hecho “un torneo bárbaro”. Un chico liviano y ligero que parecía levitar en la cancha.

El joven respondía al nombre de Rudy Fernández y era el prodigio más grande del DKV Joventut, algo muy meritorio teniendo en cuenta lo fecundo de esa cantera. Originario de Palma de Mallorca, aquel muchacho que podía ser tanto escolta como alero tardó muy poco en confirmar las expectativas en el torneo del K. O. Cuatro años después constataría su grandeza en el mismísimo Buesa Arena, ante otra versión temible de los vitorianos, con tipos tan competitivos como Pete Mickeal y anotadores compulsivos como Mirza Teletović.

Después de deslumbrar contra dos históricos como Pamesa Valencia y Real Madrid, Rudy llegaba a otra cita final, convencido de tener al mejor Robin posible de aquella ACB: Ricky Rubio, otro niño prodigio de milagroso manejo de la pelota. Y lo iba a necesitar. Nunca había ganado como profesional en la guarida de un Tau que en aquellos días era uno de los mejores clubes de Europa, eternos inquilinos de la Final Four y fuerza dominante en lo doméstico, auspiciados por una afición entregada.

Los verdinegros contaban con hombres de la casa como Pau Ribas, un deportista de muchos intangibles, además de pívot como Eduardo Hernández-Sonseca, cuyo accidentado paso por la capital de España le hizo abrazar como agua de mayo una nueva oportunidad en un proyecto joven y con hambre. Eso sí, Neven Spahija, pizarra de los baskonistas, logró transmitir a sus pupilos la dureza necesaria para no tener sorpresas en la primera mitad, si bien aquellos casi adolescentes contaba con la sabia guía de Aíto García Reneses.

Con murallas como Tiago Splitter, el conjunto de Badalona tuvo que encomendarse en varias ocasiones a la puntería de exteriores como Jan-Hendrik Jagla para para evitar que los anfitriones incrementasen su ventaja. En el último cuarto, Reneses aplicó una hábil zona que empezó a hacer posible lo que parecía una quimera, incluyendo un mate de Rudy a dos manos para culminar una velada donde pasó de la treintena de puntos. Ahora sí que nadie podía discutir su MVP, aunque los vitorianos, astutamente, quemaron sus naves mandando a la línea de tiros libres a Rubio. Era factible que un imberbe prodigio de 17 años pudiera vacilar. No obstante, convirtió y el 82-80 dio la revancha más dulce posible a la Penya.

Le plat: Aros del futuro pasado

El movimiento característico de un genio balcánico frío y ganador. Dejan Bodiroga dio la pausa justa para luego agitar su látigo contra tabla y colocar un esperanzador 80-84 para el Real Madrid aquellos cuartos de final en León. Una estampa atípica en sus días vestido de blanco, puesto que el genio de Zrenjanin nunca llegó a explotar de todo en su periplo en la capital española. Casi como metáfora de su andadura blanca, terminaría expulsado por cinco personales poco después, justo cuando el Barcelona empezó a darle la vuelta al duelo en los compases finales.

Irónicamente, Bodiroga, muy presionado por la defensa de Artūras Karnišovas, terminaría alcanzando la gloria años después con la elástica blaugrana. En el otro bando, Aleksandar Đorđević dirigía, anotaba, lideraba y hablaba mucho para desesperar a playmakers como Pablo Laso, obligado a hacerle faltas para procurar frenar su puntería. En poco tiempo, Đorđević rompería el corazón del Palau y Nacho Rodríguez para festejar una ACB en el rostro de su antiguo técnico, Aíto García Reneses. Por su lado, el base vitoriano estaría llamado a ser el mister más influyente en la historia de los madrileños desde Pedro Ferrándiz.

Nada de eso importaba en una ronda agónica donde el Barcelona parecía tenerlo todo encarrilado con un 89-86 y falta personal estratégica contra Laso. Tras anotar el primero, el jugador merengue lograría impactar en la paleta para propicia un rebote ofensivo con la parábola precisa para darle una oportunidad a Joe Arlauckas, quien superó a Jerrod Mustaf para levantar al banquillo comandado por el maestro Željko Obradović. Podía pensarse que esa agónica canasta podría haber resultado devastadora para los de la Ciudad Condal, pero Đorđević había despertado justo a tiempo tras una primera parte discreta.

El antiguo astro del Partizan de Belgrado se disparó a los 18 puntos en 11 minutos espectaculares, aprovechando también que ya no estaba presente Alberto Herreros, autor de tres triples hasta su expulsión. Obradović terminaría protestando agriamente la labor arbitral, puesto que una falta en ataque señalada a Laso impidió a los blancos disponer de la última bala para evitar un segundo periodo extra. A modo de curiosidad, ya era bien visible el elevado techo de Robert Dueñas, un pívot de formación tardía, una arriesgada apuesta de la sección culé que terminaría siendo capital en muchos éxitos. Los problemas de Andrés Jiménez aquel día le hicieron lucir todavía más.

Frente a la extenuación del esfuerzo, el Real Madrid se encomendó a todo un clásico, el tiro de media distancia de Arlauckas, autor de una preciosa canasta que ponía las espadas en todo lo alto: 108-108. Sin importar los esfuerzos de Mijaíl Mijáilov, Đorđević anotó otra canasta imposible, si bien los blancos hallaron su arma secreta en Alberto Angulo, motivadísimo y con piernas frescas para devolver la daga. El público leonés no podía dar crédito a semejante carta de amor al basket.

José Miguel Antúnez se entregó en su defensa a Shasha, el enemigo público número uno aquel día. No importó, con su usual truco de dar un paso atrás, clavó un triple que provocó la explosión de Salva Díaz para correr a abrazarle. Antúnez intentó devolver el golpe y tuvo la habilidad de provechar la falta de rapidez de Dueñas para sacar hasta tres tiros libres. Eso sí, hay terminó un plato contundente apto para todos los paladares, puesto que su falta de fortuna permitió al Barcelona acudir a la siguiente ronda, donde el Cáceres les terminaría batiendo.

Fruta de temporada: La dinastía

Era la décimo séptima final que afrontaba Pablo Laso como técnico del Real Madrid. Lo hacía en su casa, Vitoria, un lugar que parecía maldito para los blancos a la hora de alzar cetros. No obstante, aquella edición de 2017 sería la confirmación de la dinastía madridista en Copa con el cuarto entorchado consecutivo. Eso sí, cada partido fue un potro de tortura del suspense.

La primera ronda deparó al favorito de los pronósticos contra un combativo MoraBanc Andorra, hasta el punto de que solamente un campo atrás no señalado a Sergio Llull evitó a los defensores del título males mayores en el último cuarto. La escuadra de la capital encontró aquel fin de semana a su paladín en Anthony Randolph, quien desplegó el mejor baloncesto de toda su carrera. Las semifinales que tuvieron contra el Baskonia fueron agónicas.

Por su lado, el Valencia Basket se encontraba en un momento de forma espléndido. Bajo la batuta de Pedro Martínez eran uno de los proyectos deportivos mejor trabajados de toda la ACB, perfectamente liderados por la capitanía de Rafael Martínez y con fichajes extranjeros de la talla de Bojan Dubljević, montenegrino destinado a robar el corazón de la Fonteta. El club taronja iba a poner a prueba todo lo que tuviera un oponente donde jugaba un niño prodigio llamado Luka Dončić.

Con la usual producción ofensiva de Jaycee Carroll, el Real Madrid tomó las riendas en el marcador, si bien los valencianos jamás bajaron los brazos. Gente con la experiencia de San Emeterio hallaban el camino al aro y Romain Sato afilaba su muñeca. Con ogros competitivos como Andrés Nocioni como secundarios de lujo, el vigente campeón parecía que podría romper el encuentro en cualquier momento, pero no fue así y Luke Sikma protestó agriamente un 2+1 que podría haberle realizado el mexicano Gustavo Ayón en la pintura.

Si el electrónico lucía un 87-85, era el momento de las “mandarinas” más famosas del planeta ACB. Sergio Lull convirtió un lanzamiento de tres prodigioso y recuperó la pelota como si tuviera un imán para lograr una penetración a canasta imposible frente a Van Rossom. Solamente por sus momentos de frenesí habían podido los de Laso doblegar a los baskonistas, aunque los taronjas quisieron lograr el más difícil todavía.

Tras otro triple milagroso de Llull, Sikma corrió la pista para convertir un rebote ofensivo en un mate que daba un hilo de esperanza a los suyos (95-89). Incapaces de rendirse, los pupilos de Pedro Martínez estiraron su vida como si fueran un gato sobre el tejado de zinc, salvando hasta dos bolas imposibles para que San Emeterio caracolease a Ayón para acercarles a 4 puntos con menos de un minuto de reloj.

Serían unos segundos de dos transatlánticos del pundonor. La grada valencianista recriminó que la falta de Jeffrey Taylor sobre Dubljević era antideportiva, si bien San Emeterio convirtió otro acierto exterior que propició el 97-95. Solamente la sangre fría de Llull en los tiros libres garantizó la Copa más celebrada por el menorquín, auténtico estilete emocional de los suyos. Van Rossom tuvo la oportunidad de robar el triunfo, tras un campo atrás evitado in extremis por Sastre, sobre la bocina en uno de los finales más celebrado por la maquinaria ganadora blanca. Entre el tormento y el éxtasis.

Dessert: Sorpasso pospuesto

«Es el mejor partido de la historia de la ACB». Pete Mickeal no era un hombre cuyas palabras se pudieran tomar a broma en el baloncesto español. Desde su llegada al Leche Río Breogán había demostrado ser un alero de armas tomar, la clase de voz que los vestuarios respetan. Sus consideraciones ante la prensa tras los cuartos de final de la Copa del Rey de 2013 merecen ser tenidas en cuenta en este eterno debate.

El Fernando Buesa Arena no tuvo que esperar mucho para disfrutar del gran clásico de la competición española, con dos archirrivales que llegaban en dinámicas bien diferenciadas. El Real Madrid de Pablo Laso era el Sol naciente, con un juego preciosista y sediento de gloria tras años muy duros en la sección de la entidad blanca. Los pupilos de Xavi Pascual, en cambio, tras haberse erigido en los dueños del campeonato doméstico, iniciaba un lento declinar donde no querían entregar el cetro a una nueva dinastía sin luchar.

Pese a la diferencia en la clasificación liguera, el respeto imperaba. Con ganas de responder en la cancha a algunas declaraciones del técnico vitoriano, Juan Carlos Navarro había despedido el año de 2012 con 33 puntos, 5 triples y apenas un tiro errado en una jornada decisiva en el Palau contra el líder de blanco, donde los blaugranas se jugaban no quedar descolgados de aquel intenso fin de semana en Vitoria. Sobre el papel, los madridistas eran favoritos, aunque el dato valía de poco en cuanto el balón se lanzase al aire.

Existía asimismo mucho morbo alrededor de la figura de Ante Tomić, puesto que el pívot croata abandonó la capital española en aras de firmar por el máximo adversario. José Ignacio Huguet, periodista especializado en baloncesto para Mundo Deportivo, afirmó que en el eterno rival no suspiraron mucho por un interior muy talentoso que no estaba dando el do de pecho en los grandes compromisos. El tiempo posteriormente daría la razón al Real Madrid en cuanto a palmarés en ese ciclo, si bien en aquellos cuartos de final el balcánico se sacó 20 puntos y 11 rebotes de la chistera, incluyendo una captura decisiva que le permitió asistir a Erazem Lorbek para colocar un 93-93 agónico en el primer tiempo extra.

Previamente, hubo una batalla de dos colosos incapaces de rendirse, la clase de encuentro que resulta memorable para la generación que la vivió. Los acontecimientos que aguardaban en el futuro harían curiosas algunas imágenes como el feroz mate de Nikola Mirotić después de una hábil asistencia de Rudy Fernández para colocar un 77-77 que devolvió a los pupilos de Pablo Laso a la vida en el último cuarto. Nadie podía imaginar que, regresado de la NBA, el montenegrino sería un símbolo del Palau y un jugador visto como traidor por la grada del WiZink Center.

Otra estampa llamativa sería la de Sergio Llull, quien dispuso de dos lanzamientos marca de la casa para evitar que el partido fuera a la prórroga (habría dos tiempos extra finalmente) y otro para evitar el marcador final: 108-111 para el Barcelona. Reflexionando con Sergio Vegas en un libro de entrevistas, el menorquín recordaría que esa clase de reveses irían forjando su carácter de no tener miedo a la hora de afrontar los instantes de killer en los choques decisivos.

Navarro se las ingenió para ser decisivo, sin importar su visible cojera durante el encuentro. Su temple en unos decisivos tiros libres dio oxígeno a los blaugranas en una velada donde la magia de Sergio “El Chacho” Rodríguez regaló 18 puntos y 8 asistencias. Eso sí, ni su calidad pudo impedir el impacto de los 26 puntos de Pete Mickeal, cuyo liderazgo espiritual en el Buesa Arena escapó a las simple estadísticas en un clásico para el recuerdo.

Vino de la casa: MVPete

Representó un instante jordaniano. Igual que el genial dorsal 23 de Chicago en Salt Lake City, Pete Mickeal consiguió congelar el tiempo en un momento de máxima presión para erigirse en una fuerza dominadora que pareció anular a todas las otras voluntades en la cancha, sin importar el alto grado de calidad que atesoraban ambas escuadras. Comandado con mano de hierro por Duško Ivanović, aquel Baskonia sería siempre para el alero norteamericano el mejor roster que tuvo en Vitoria.

Aunque ambos hombres tenían fama de duros y forjados en acero cimmerio, entrenador y pupilo quedaron fusionados en un sentido abrazo tras la prórroga. Y es que el Unicaja de Málaga al que tuvieron que hacer frente es uno de los mejores finalistas que nunca se han visto en el torneo del K. O. El conjunto andaluz había firmado a un maestro consumado como Aíto García Reneses con, entre otros objetivos, la idea de que iban a llevarse el título en disputa en un Palacio de los Deportes de Madrid que ofreció sus mejores galas aquel febrero del año 2009.

Superados obstáculos como el Kalise Gran Canaria y el MMT Estudiantes, los andaluces tomaron pronto las riendas del inicio del duelo contra el Tau Vitoria. El equipo del norte había acaparado elogios por su manera de anular a un genio ofensivo como Juan Carlos Navarro en la ronda anterior. Lejos de lo que pudiera pensarse de antemano y, como él mismo admitiría años después, Pete Mickeal no arrancó bien aquella noche.

La clave del brillante primer acto malacitano estuvo en el ritmo descarado y alegre de Carlos Cabezas, un playmaker capaz de hacer muy felices a socios como Marcus Haislip o el tristemente desaparecido Robert Archibald. Ivanović tomó una decisión osada y acorde con su carácter de no casarse con nadie: sentó a su estrella, Igor Rakočević, para dar entrada Sergi Vidal, su capitán y alma del vestuario. De inmediato, las energías empezaron a igualarse.

Conforme los minutos transcurrían, el Unicaja daba la sensación de convertir las canastas con más facilidad, aunque el Tau nunca se descolgaba, hallaba nuevas vías de anotar cuando se le cerraban otras. Mirza Teletović se erigió en el máximo exponente de ellos con hasta cuatro lanzamientos de tres. Dentro del libreto de Aíto, estaban consiguiendo maniatar el peligro de Tiago Splitter, quien sufría ante la entrega de Archibald.

Si las aficiones vasca y andaluza sufrían, el resto de la ACB miraba boquiabierta un espectáculo de máximo nivel. Desde sus 1’86 metros de altura, Omar Cook firmó un mate que parecía el mejor highlight de la semana en la NBA. Joseph Gomis, un playmaker poco utilizado en aquellos días por Aíto, se convirtió en el héroe inesperado que nunca suele faltar en los encuentros destinados a ser históricos.

Pete Mickeal siguió extraño, incluso recibiendo un feroz tapón de Marcus Haislip, quien hubiera sido indiscutible MVP de haber ganado el Unicaja finalmente. Casi queriendo satisfacer a las deidades del basket, Vidal y Gomis fallaron los tiros libres precisos para que hubiera prórroga. El instante donde el alero de Rock Island reconoció las señales de humo cuando un triple de Haislip empató el duelo a 98.

La daga de Mickeal obligó al Unicaja a jugarse todo en una última posesión. Como suelen hacer los conjuntos entrenados por Aíto, supieron circular el balón con calma y encontrar a Archibald por dentro. En el único error del escocés aquel día, vaciló y comprometió al incombustible Berni Rodríguez con un pase exterior que fue intuido por Pete Mickeal, quien logró taponar al antiguo canterano.

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