Análisis

El llanero solitario cabalga por última vez

Diecinueve años han pasado desde que un joven llamado Kobe Bryant irrumpiera en el escenario de la mejor liga de baloncesto del mundo. Nacido en Philadelphia y criado en Italia, el hijo de ‘Jellybean’ Bryant demostró su afán competitivo y su profundo deseo de ganar al dar el salto del instituto a la NBA sin pasar por la universidad, algo que sólo habían hecho con anterioridad cinco jugadores. Kobe, que tenía un buen modelo a seguir en su progenitor, poseía un talento y unas dotes naturales para el baloncesto, lo que sumado a su gen competitivo le hicieron transformar la figura del espejo donde mirarse hasta convertirla en la del mejor jugador de la historia de este deporte, Michael Jordan.

El ambicioso Bryant dejó claro desde el primer momento que su objetivo era convertirse en el mejor jugador de la historia del baloncesto, por lo que, aún en edad de crecimiento personal y profesional, se pasaba horas enteras fijándose en las actitudes y los movimientos del ‘23’ de Chicago Bulls. Kobe, elegido en el puesto número 13 del Draft de 1996 por Charlotte Hornets, fue traspasado inmediatamente a Los Angeles Lakers, y el resto es historia. Pero no una historia cualquiera, sino un conjunto de acontecimientos que han llevado a convertir a aquel joven que rompió todos los récords en el Instituto Lower Merion de Philadelphia en uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos.

Y buena parte de culpa de este éxito llegó gracias a la inteligencia y a su capacidad de crear jugadas, lo que unido a su capacidad de sufrimiento sobre la pista le llevaron a acercarse a la figura de su ídolo y modelo a seguir. Pero Kobe Bryant quiso escribir su propio camino en la NBA, y fue moldeando su carácter para ir alcanzando los éxitos con el paso de los años. Su juego nada más aterrizar en la liga norteamericano era individualista en la mayoría de las ocasiones, pero gracias a la capacidad de maximizar el rendimiento de sus jugadores de Phil Jackson, Bryant fue dando paso al altruismo en su juego y se convirtió en uno de los grandes. Su carta de presentación ante el planeta fue el triunfo en el concurso de mates de 1997, pero a partir de ahí se sucedieron los éxitos. 5 veces campeón de la NBA, 17 veces All-Star, MVP de la temporada regular y de las finales, segunda máxima anotación en un partido (81 frente a Toronto Raptors) y tercer máximo anotador de la historia son sólo algunos de los reconocimientos que tiene en su palmarés el ’24’ de los Lakers.

Sin embargo, en 2013, el destino le golpeó de la forma que más le dolía al jugador de Philadelphia: con lesiones. Primero fue el tendón de Aquiles, que le llevó a estar cerca de nueve meses alejado de las canchas. Tras volver a un gran nivel, fue entonces el rotador del brazo izquierdo el que le obligó a pasar por el quirófano y perderse la temporada, lo que provocó la sospecha de una retirada. Pero un jugador como Kobe Bryant, por todo lo que ha logrado y, sobre todo, por su sempiterno deseo de ganar, no podía retirarse así, por lo que la temporada 2015/2016 será, con toda probabilidad, la última del ‘24’ de la franquicia angelina en la NBA. Tras disputar los primeros amistosos de pretemporada de Los Angeles Lakers, y a sus 37 años, Kobe Bryant está preparado para afrontar su 20º curso en la NBA, donde se medirá por última vez a jugadores coetáneos y grandes estrellas de este deporte como Dirk Nowitzki, Kevin Garnett o el dúo de San Antonio Spurs formado por Tim Duncan y Manu Ginóbili.

El tiempo es una fuerza imparable, que arrasa con todo lo que encuentra a su paso y transforma a una velocidad de vértigo el presente en recuerdos. Parece que fue ayer cuando Kobe Bryant ganó aquel concurso de mates en su primera temporada en la NBA, pero el destino y las circunstancias han provocado que ésta sea la última temporada de uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte.

Quinteto Ideal

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