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Perfiles

Damon Stoudamire: escapando de la ratonera

Polémico, talentoso y genial. Stoudamire no fue todo lo que iba a ser, pero lo que alcanzó, fue inolvidable. Tanto dentro como fuera de la cancha.

Getty Images

El motor del Hummer rugía con furia. Su inconfundible canto parecía acompañar de forma sincronizada a las risas procedentes de la parte delantera del mismo. Una prominente masa de humo blanco asistía a la celebración como si de un maestro de ceremonias se tratase mientras la extensa  Interestatal número 5 presenciaba en silencio, solitaria a esas horas de la noche, la escena.

A medio camino entre las ciudades de Seattle, por donde había pasado apenas unas horas antes el ‘Huracán Jail’, y Portland, el ambiente festivo impuso su autoridad e hizo olvidar a ambos jugadores el límite de velocidad propio de la vía.

Pocos kilómetros después, el vehículo llamó la atención de la Policía Estatal de Washington, dando comienzo a uno de los episodios más insólitos y singulares de las últimas dos décadas.

Después de darles el alto, uno de los agentes dirigió sus pasos directamente hacia la ventanilla del piloto. Allí, entre una impenetrable cortina de humo y un incontenible olor a cannabis, dos pequeños ojos rojos aguardan la irrupción de una pregunta tan absurda como evidente.

– “¿Tenéis marihuana en el coche?”, espetó el miembro del cuerpo de la ley.

– “Tranquilo agente, ya no queda. Nos la hemos fumado toda”, respondieron entre risas los dos ocupantes.

Posteriormente, los agentes hallarían 40 gramos de marihuana en la guantera del Hummer y restos de la copiosa cantidad de la misma sustancia que en ese momento inundaba los pulmones de ambos jugadores.

No sería el primer ni el último escándalo de Damon Stoudamire, ni de su compañero de equipo Rasheed Wallace, relacionado con el mundo de las drogas, pero si, probablemente, el más peculiar y qué mejor puede explicar la carrera de uno de los bases con mayor talento acumulado en tan pocos centímetros.

Orígenes

Como otros tantos jugadores en la historia del baloncesto norteamericano, la infancia de Damon Stoudamire no fue nada fácil.

Su padre, una leyenda de la Universidad de Portland State que nunca llegó a recibir la llamada de la NBA, decidió aceptar un trabajo en una fábrica de cerveza en Milwaukee fruto de la frustración de un sueño destrozado antes, incluso, de dar comienzo, abandonando, así, a su familia a su suerte cuando Damon contaba con siete años de edad. Antes de partir, eso sí, le dejó un legado de valor incalculable: el amor por el baloncesto.

Sin la presencia de la figura paterna, cuya única implicación fue en forma de esporádicas y muy contadas visitas a Portland, la educación de Damon recayó sobre su abuela, Wanda, mientras su madre completaba jornadas maratonianas en dos empleos con el fin de alimentar a su familia con un sueldo más bien precario.

“Tuve que hacer muchas cosas por mí mismo, tuve que tomar una gran cantidad de decisiones por mí mismo. Pasé muchos días conmigo mismo, sin nadie más. Mi madre era muy estricta, pero ella no podía estar conmigo mucho tiempo. Y eso me permitió crecer hasta ser yo mismo. Eso es probablemente la razón por la que soy la persona que soy ahora”, admitiría tiempo después, ya retirado, el base.

Por su parte, sus tíos Charlie y Anthony asumieron la tutela deportiva de Damon Stoudamire durante sus primeros pasos en el mundo del deporte. Pese a una pequeña odisea en el fútbol americano, Damon mostró una mayor predilección por la canasta, alternando visionados de su héroe deportivo de la infancia, el legendario Nate Archibald, y partidos contra jugadores entre cinco y diez años mayores que él, quienes se burlaban de él por su altura. Unas críticas que grabó con fuego en su memoria y que le sirvieron como motivación durante los años venideros.

Tal fue la obsesión por mostrar su valía y sus capacidades que llegó a jugar un partido tan solo con la ayuda de sus codos después de haberse dañado ambas muñecas al intentar hacer un mate tras saltar sobre un mini-trampolín. ¿Su meta? Jugar contra ‘los mayores’ en Irving Park, santuario del baloncesto callejero del estado de Oregon.

Entre jaulas y canchas

Mientras avanzaba poco a poco en pos de su sueño, las piedras de su camino incrementaron de tamaño coincidiendo con su llegada al instituto. Damon ingresó en la Woodrow Wilson High School, uno de los mejores centros educativos del estado de Oregón. Sin embargo, la mayoría blanca de sus alumnos y el desprecio recibido le ocasionaron algún que otro incidente.

Durante su año junior, Stoudamire se vio involucrado en una pelea de comida. Una manzana impactó en su cabeza, a lo cual respondió lanzando un cubo que impactaría en la cabeza de su ‘agresor’, ocasionándole una profunda brecha.

Damon Stoudamire pagaría los platos rotos con un día de castigo en el centro de detención juvenil y los constantes cánticos de un sector del alumnado que le repetirían sin cesar ‘jailbird, jailbird’ (presidiario) durante una larga temporada. Algo que, en unas declaraciones dichas por él años después, le ayudaría a endurecer su carácter y seguridad en sí mismo y que, con el paso de los años, se convertiría en la seña de identidad de los ‘Jail Blazers’.

Con el episodio superado y su inquebrantable ambición por demostrar su valía intacta, Damon comenzó a escribir su leyenda en el equipo del instituto.

Damon Stoudamire lideró a su equipo a un registro global de 74 victorias y tan solo cuatro derrotas, conquistando los campeonatos estatales de 1989 y 1991 y recibiendo dos premios al mejor jugador del año en Oregon. Sus promedios durante su etapa en Woodrow Wilson ascendieron hasta los 26.1 puntos y 9.2 asistencias, en una gesta tan solo empañada por el fallecimiento a consecuencia de un cáncer de su abuela Wanda, cuya memoria quedaría inmortalizada tiempo después en forma de un tatuaje con su rostro y su dirección en su brazo izquierdo.

Este salto cualitativo le permitió regresar al santuario del que había salido humillado años atrás, esta vez con un impasible aura de respeto a su alrededor. Stoudamire se convirtió en uno de los grandes protagonistas de los partidos callejeros en Irving Park y su nombre comenzó a crear una gran expectación entre un elevado número de universidades de toda la geografía norteamericana.

Cuando todo apuntaba a que optaría por prolongar su estancia en Oregon, la inesperada aparición de la leyenda de los banquillos Lute Olson, y la ferviente insistencia de su madre ante esta oportunidad, le hizo cambiar inmediatamente de opinión para hacer las maletas rumbo a la Universidad de Arizona.

Nada más aterrizar en la NCAA, Damon Stoudamire se destapó como un especialista desde el perímetro y sus 178 centímetros de estatura no le impidieron penetrar a canasta una y otra vez con pasmosa facilidad y elegancia.

Junto a Khalid Reeves, Damon lideró a los Wildcats a su segunda aparición de la historia en una Final Four en 1994, cayendo en semifinales ante Arkansas, a la postre, campeones del torneo de la mano del MVP Corliss Williamson.

Aún así, su mejor actuación a nivel individual llegaría un año después, coincidiendo con su última temporada en Arizona. Pese a caer a las primeras de cambio en el torneo de la NCAA ante la Universidad de Miami, el base vio recompensada su sensacional temporada con su inclusión en el primer equipo All-American y su nombramiento como mejor jugador de la conferencia Pac-10. Además, fue finalista en el premio John R. Wooden Award al mejor universitario del año, galardón que recayó sobre la figura del ex-ACB Ed O’Bannon.

El salto a la NBA

Curiosamente, Stoudamire aterrizó en la NBA en 1995, el mismo año en el que Toronto Raptors iniciaba su andadura en la mejor liga de baloncesto del planeta. Ambos caminos se cruzaron y el base de Oregon se convirtió en el primer jugador elegido por la franquicia canadiense. Damon fue seleccionado en la séptima posición por detrás de Kevin Garnett, Rasheed Wallace, futuro compañero de correrías tanto dentro como fuera de la cancha, y Joe Smith, número uno de aquel Draft.

Sin apenas competencia en su puesto, Damon Stoudamire acaparó una suculenta cantidad de minutos en su primera temporada en la liga, en una plantilla donde destacaban jugadores de la talla de Alvin Robertson, Doug Christie, Tracy Murray o Zan Tabak.

Una oportunidad inmejorable a la que respondió con creces al liderar a su equipo en anotación (19.0) y asistencias (9.3), números que le servirían para ser galardonado con el premio al Rookie del Año después de recibir 76 de los 113 votos posibles.

Además, fue el cuarto máximo asistente de toda la competición y estableció un nuevo récord de triples convertidos por un rookie, con 133, desbancando a Dennis Scott.

Su verticalidad, velocidad y energía en el juego, unido a su corta estatura, le valió para recibir el apodo de “Super Ratón”, personaje de dibujos animados que lucía en su brazo derecho a modo de tatuaje ya en su temporada rookie.

Pese a ello, los Raptors naufragaron en su temporada debut en la liga tras firmar el tercer peor balance de toda la competición (21-61). Eso si, fueron uno de los pocos equipos capaces de vencer a unos Bulls que, hasta la reciente irrupción de Golden State, establecieron el récord de victorias en una temporada (72-10).

Su condición de principal estrella del equipo se confirmó apenas un año después, en una segunda temporada en las que mejoró ligeramente sus registros hasta los 20.2 puntos, 4.1 rebotes, 8.8 asistencias y 1.5 robos en casi 41.0 minutos por partido. Demasiado peso ofensivo para un jugador todavía en crecimiento que, incluso en la NBA, tuvo que adaptarse a marchas forzadas a los retos que la vida le ponía por delante.

POLÉMICAS EXTRADEPORTIVAS CON AROMA A ‘JAIL BLAZERS’

El siguiente escollo en su carrera giró en torno a su inesperado traspaso a mediados de la siguiente temporada (1997-98) a los Blazers, en una operación en la que se vieron involucrados otros cinco jugadores, tres futuras rondas del Draft y una determinada cantidad monetaria.

En Oregon disfrutó de una mayor dosificación de minutos en un equipo mucho más experimentado y trabajado, con su consiguiente reducción de estadísticas  pero sin perder ni un ápice de brillantez. Sin embargo, a su vez, comenzó a degustar el lado más oscuro de su Portland natal.

Una plantilla repleta de talento y desequilibrio mental a partes iguales, capaz de poner contra las cuerdas a los Lakers de Kobe y Shaq en los Playoffs del 2000 y, a su vez, protagonizar escándalos extradeportivos de lo más variopinto y deplorable. Hablamos, indudablamente, de los ‘Jail Blazers’.

Entre diversos episodios que incluyeron denuncias por acoso sexual, peleas de perros, tráfico de drogas, posesión de armas , agresión a policías y entrenadores, entre tantas otras, Stoudamire ‘tan solo’ fue incluido en el mismo saco que Zach Randolph, Rasheed Wallace, Ruben Patterson, Bonzi Wells y compañía a causa de su reincidencia con la marihuana.

Después del peculiar incidente en la Interestatal 5 con la que dimos comienzo este artículo, ‘Mighty Mouse’ vivió dos arrestos más en menos de un año que le costaron una multa de 250.000 dólares y una suspensión por tres meses por parte de su equipo. La estabilidad de su contrato llegó a correr serio peligro y tan solo la inexistencia de alguna cláusula en el mismo acerca de episodios con las drogas privó a Steven Patterson, presidente de los Blazers por aquel entonces, de la satisfacción de echarlo del equipo a coste cero.

REDENCIÓN

Tras ello siguió un programa de rehabilitación durante los siguientes 90 días con los que se comprometió a cambiar totalmente de estilo de vida. Para otorgar más veracidad a sus palabras alcanzó un acuerdo con un periodista mediante el cual el mismo podía realizarle un examen de drogas sorpresa en cualquier momento de la temporada 2003-04. El momento llegó y los resultados dieron negativo, recuperando, así, la confianza de los aficionados de Portland aunque, por otro lado, generando malestar en la Asociación de Jugadores por llevar a cabo unos análisis externos a los pactados en el convenio.

Aún así, su estancia en los Blazers tan solo se prolongaría una temporada más. En los despachos de Portland terminaron por perder la paciencia ante las constantes salidas de tono de su particular gallinero, completando un paulatino lavado de cara de la plantilla que le costó su puesto a Stoudamire en 2005 tras siete temporadas y media en el equipo. En dicho tiempo, sus guarismos diarios ascendieron hasta los 12.8 puntos y 5.7 asistencias en un total de 529 partidos, firmando cinco apariciones en post-temporada.

Ocaso y retirada

Tras firmar por los Grizzlies aquel mismo verano, su idilio en la NBA tan solo se prolongaría tres temporadas más a consecuencia de las lesiones y su negativa a ser suplente de un Mike Conley que daba, por aquel entonces (2007), sus primeros pasos en la liga.

Así, Stoudamire disputó los últimos 31 partidos de su carrera en San Antonio aprovechando una lesión de Tony Parker. A su regreso, los Spurs prescindirían de sus servicios dando, a posteriori, su carrera profesional en la NBA por terminada a los 34 años de edad.

El salto a los banquillos

Casi una década después, Damon Stoudamire sigue vinculado al deporte de la canasta. Tras varios años como asistente en diversos equipos de la NCAA, Damon Stoudamire recibió el pasado 15 de marzo la primera oportunidad de dirigir un banquillo en calidad de entrenador jefe en la Universidad del Pacífico.

De nuevo, ‘Super Ratón’ tendrá la posibilidad de demostrar su valía y redimirse de un pasado que el mismo tuvo que construir de manera improvisada e intuitiva por los amargos caprichos del destino. Una oportunidad que, como otras tantas barreras rotas a lo largo de su vida, quiso dedicar y agradecer a su madre en forma de carta abierta pocos días después de ser elegido para el cargo.

“Dile que hoy en día, a la hora de escribir esta carta, vas a obtener el primer empleo como entrenador jefe de la NCAA. Vas a tener la oportunidad de llevar a los niños y mostrarles lo que te mostró Lute. Tendrás la oportunidad de mirarles a los ojos y decirles la verdad”.

Porque la verdad, en muchas ocasiones, lleva consigo una gran dosis de dolor y sacrificio.

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